jueves, 7 de marzo de 2013

EXPEDICIONES DE EUROPEOS Y AMERICANOS A LA COSTA NOROESTE A PARTIR DEL SIGLO XVIII. RELACIONES CON LOS INDÍGENAS



Por  AURORA PEREZ MIGUEL

El tema de esta conferencia ha sido tratado por historiadores científicos y estudiosos desde varias perspectivas. Lo sucedido en esa época, las fechas, los datos, los acontecimientos son incontestables, fidedignos y contrastables históricamente, por lo que no voy a insistir en destacar las fechas (1744-1779: Juan Pérez, Haceta y Bodega, Arteaga y Bodega): (1778-1790: López de Haro, Martínez, Eliza, Fidalgo y Quimper, etc., etc.) Las fechas y los datos son bastante aburridos de relatar. Están en los libros y en las enciclopedias y se pueden leer.

Yo quisiera poner el acento en tres aspectos en el acontecer histórico de esta zona, muy relacionados entre sí y que me han atraído siempre:

1.    El medio ambiente (no en vano se ha definido a los indígenas de la zona como los primeros ecologistas naturales),
2.    El factor humano (el choque de culturas y las consecuencias de la llegada de los europeos y americanos a la zona.
3.    Las relaciones económico-comerciales y diplomáticas de los blancos entre sí y de cada una de estas naciones con los indígenas, junto con las rivalidades internacionales fruto de los imperios comerciales.

1.                Delimitación de la zona –el medio y sus gentes

Nos estamos refiriendo a los actuales estados de Alaska, Washington y Oregón en USA, y a la Columbia Británica en Canadá.

El aspecto medioambiental no era ni ha sido nunca algo circunstancial en la zona referida. Los recursos naturales y el estilo de vida tradicional de sus habitantes forman una armonía perfecta, de manera que la modificación del entorno –ya sea debida a fenómenos naturales o a la acción depredadora del hombre- provoca una desestabilización inmediata de su modus vivendi.

Allí vivían diversas tribus con distinta población y distribuidas en territorio de diferente tamaño, subdivididas en varios grupos o bandas, que tenían en común un estilo de vida basado en la hermandad con el medio, al que amaban y respetaban, y de cuyos abundantes frutos se aprovechaban, ya que el terreno era pródigo en caza, pesca (marítima y fluvial) y bosques repletos de todo lo necesario para autoabastecerse y construir sus viviendas y utillajes.

Entre las tribus (ellos no tenían el concepto de tribu) o divisiones étnicas más notables se pueden citar los:

Tinglit, de características atapascanas, que practicaban el animismo hasta el punto de que su vida, actividades y costumbres estaban prácticamente dirigidas por las “señales” que recibían para trabajar y vivir. Ocupaban la zona más septentrional del área estudiada

Hayda, vecinos de los tlingit, con los que compartían un lenguaje, sino idéntico al menos similar, por lo que podían comunicarse y comerciar, y con quienes tenían frecuentes rencillas.

Tsimshian, Kwakiutl, y Bellacoolla se repartían el terreno al sur de los hayda, en la zona central de la costa canadiense e islas.

Al norte de la isla de Vancouver vivían los kwakitl del sur, y al sur de la isla de Vancouver vivían los nootka.

Siguiendo hacia el sur, ya en el estado actual de Washington, vivían los chinook.

Había más familias y subfamilias a lo largo de la extensa costa del Pacífico NO y en las diversas islas, pero éstas son una muestra muy representativa de los pobladores de la zona en el siglo XVIII.

Muchos historiadores y estudiosos coinciden en clasificar a estos indios como los “ecologistas naturales” o los “aborígenes conservadores por la peculiar actitud de estos indígenas hacia la tierra que compartían con otros seres vivos. William Ritche describe las ceremonias de agradecimiento a los dioses y los sacrificios por las primicias anuales o las ceremonias relacionadas con los animales, destacando que los hombres no hacían distinciones entre ellos mismos y el resto de las criaturas de la naturaleza donde se desarrollaban sus vidas. Hay que resaltar que, desde su punto de vista, la tierra y los productos de ella derivados eran para el uso común y no como algo que supusiese una primacía efectiva del hombre sobre los animales. Esta concepción de la vida contrasta con la visión del hombre moderno, que considera su derecho a vivir utilizando para sí mismo todos los bienes de la naturaleza.

El investigados Fred Ferting, a quien se debe la denominación de “nuestros primeros ecologistas” refiriéndose a los indígenas del pacífico NO americano, sostiene que durante los años anteriores al contacto con los europeos los indígenas aprendían observando y experimentando, lo cual les confiere a ellos y a sus descendientes una enorme experiencia en  el conocimiento del medio, indispensable para nuestra supervivencia. No todos los estudiosos de la zona coinciden con el punto de vista de Ferting. Hutchison, por ejemplo, sostiene que los habitantes de estas tierras vivían ligados al medio ambiente porque dependían de él para vivir y que esa era la idílica filosofía vital que les impelía a cuidar el entorno y no una única visión de la convivencia armónica. Sostiene que los indígenas son simplemente humanos y que no deberían ser utilizados como símbolos idealizados. En la misma línea está Daniel Guthrie, cuya tesis es que los hombres primitivos no eran mejores en su relación con el medio ambiente que el hombre de hoy día. Afirma: “La concepción del indígena en armonía con la naturaleza es una seria distorsión de los hechos”.

Lo cierto es que el factor medioambiental está presente en la vida cotidiana de los indígenas del NO americano. Su orden social estaba regido por el linaje y un status que respetaba las categorías sociales, cuyo momento cumbre era la celebración del potlach,  fiesta importante en la que los que lo convocaban se desprendían de bienes y posesiones repartiéndolas entre familiares y amigos para dejar constancia de su posición y riquezas. El potlach se celebraba con motivo de algún acontecimiento familiar importante de cualquier tipo (nombramiento de un jefe, cambio a una vivienda más amplia, fiesta familiar, etc.). Los objetos de cobre eran muy estimados en estas ceremonias.

La compenetración con el medio ambiente se percibe sobre todo en dos aspectos importantes de las vidas de estos clanes. Uno tiene que ver con la supervivencia material (aunque ligada también al espíritu): la pesca del salmón y todo el significado que ello conlleva. El otro aspecto es puramente pneumático: el poder de los espíritus.

La pesca del salmón

El retorno del salmón es uno de los fenómenos más hermosos de la vida en el pacífico NO de América.
Hay cinco especies distintas y todas ellas siguen idéntica ruta. Los jóvenes salmones emprenden su camino río abajo hacia el agua salada hasta que, reclamados por una llamada misteriosa –creían los indios-, inician el retorno río arriba luchando contra los rápidos y las corrientes y remontando pequeñas cataratas hasta llegar –los que no son capturados por el camino- a su pequeño río tributario donde nacieron. Allí se reproducen y luego mueren.

El ciclo vital del salmón en esta parte del mundo continúa siendo un misterio para los investigadores de hoy día, como lo fue para los indígenas que vivían entonces. Algunas teorías apuntan que el salmón encuentra su camino de retorno desde el mar usando el sol y ajustándose a sus posiciones a lo largo del día; su instinto les llevaría al agua dulce y una vez allí recuerdan formas e inician de manera natural movimientos río arriba guiándose especialmente por un delicado sentido del olfato, que les dirige hacia su lugar de nacimiento.

Estas teorías suscitan muchas dudas y cuestiones sin descifrar. Los indígenas de la zona, con su antropomórfica concepción de que todos los seres vivos eran seres humanos que tomaban diferentes formas según las circunstancias, creían que el salmón retornaba para beneficiar al hombre, suministrando sustento a la tribu. El hombre-salmón vivía en cuevas submarinas esperando la estación propicia para vestirse con su traje de salmón e iniciar la ceremonia de su sacrificio remontando los ríos. El indígena, conocedor de esto, cumplía escrupulosamente su parte en el equilibrio de la naturaleza para no perjudicar al hombre-salmón, así que, cuando comían el pescado tiraban las espinas al agua para que se produjera la reencarnación al completo. Si caían en tierra algunas espinas, el hombre-salmón se reencarnaba cojo o manco, o sin otro miembro.

El poder de los espíritus

El poder de los espíritus influía de manera determinante en los indígenas de la costa NO y era dirigido con gran habilidad por estos shamanes u hombres-medicina, que, como se ha dicho anteriormente, utilizaban con gran sabiduría todos los elementos a su alcance para elaborar tisanas, ungüentos, pócimas, etc. Aprovechando la enorme riqueza forestal conocían cada planta y cada árbol, y cómo usar las cortezas y raíces con fines medicinales. También utilizaban los frutos del mar y de los ríos con idénticos fines, valorando las proteínas, las grasas omega 3 del salmón, y los aceites y substancias beneficiosas para según qué casos. Además de los bosques, los ríos y el mar, los animales terrestres y las aves eran también fuente inagotable de sus investigaciones, y sus conocimientos eran transferidos de generación en generación, teniendo en cuenta que muchas madres adiestraban a sus hijas desde la más tierna infancia, ya que muchos shamanes eran mujeres.

Así pues, el medio ambiente y su íntima conexión con los pobladores de la costa NO queda patente no solo en su modo de vida cotidiano, sino también en el tratamiento espiritual y trascendental, por lo que han sido considerados como ecologistas naturales.



2.    Llegada de los europeos y americanos

La llegada de los europeos a las  lejanas costas del NO supuso para los habitantes de estas latitudes una serie de conmociones en cadena que pasaron, sin duda, las fases de: sorpresa, curiosidad, colaboración, recelo ante las crecientes exigencias de los europeos, temor ante las frecuentes agresiones ante un modo de vida, protesta ante la paulatina devastación ecológica del entorno, oposición ante las imposiciones de nuevas culturas, confrontación y, finalmente, sometimiento y adaptación forzosa ante lo inminente.

Sin embargo, “los europeos” no eran un solo pueblo con idénticas leyes y actitudes, sino que eran varias naciones que, aunque compartían la misma filosofía occidental de la vida, tenían sus peculiaridades, y sus propias leyes y modos de vida diferentes (e incluso enfrentados entre sí) Para los europeos los nativos eran simplemente indios poco desarrollados y casi salvajes. Ni se tomaron la molestia de estudiar las peculiaridades de cada tribu, ni veían diferencias entre ellos. Los indios, en cambio, comprendieron muy pronto que aquellos blancos eran diferentes entre sí, que hablaban distintas lenguas y que a veces se peleaban, pero que tenían en común la avidez por sus “tesoros naturales” y el desprecio por el entorno, los indígenas, la flora y la fauna que no eran útiles para sus fines comerciales.

El indígena permitió la penetración y conquista de sus territorios porque se dejó sorprender en su propio terreno. La política de regalos por parte de los blancos fue al principio algo totalmente aceptable dentro de su concepción de la vida, pues a esos regalos había que corresponder con prestaciones cada vez más fuertes. Y esto era aplicable a los pequeños contactos, a las diferentes compañías comerciales y más tarde a la alta política de las naciones europeas (a la hora de buscarse alianzas para la lucha comercial o política con otras naciones europeas.

Atrás quedaban los siglos XVI y XVII con su componente de aventura y conquista. El siglo XVIII era el Siglo de las Luces. Las naciones europeas competían en el plano político y en los avances científicos y tecnológicos. Esa competición en la vieja Europa la trasladaban allende de los mares, confrontando poderío y afán de conocimientos.

Hacía ya muchos años que los rusos comerciaban con los nativos, habiendo establecido sus factorías a lo largo de las costas septentrionales. Los españoles, ahítos de la aventura americana, extienden su fiebre exploradora hacia el norte, tanto por tierra como por mar. Los ingleses y franceses no quieren perder terreno en un área que se perfila de gran riqueza. Norteamérica, recién estrenada su independencia, no puede faltar a la cita de  “los grandes” en un territorio que considera más “suyo” que de las otras potencias. Comienza así la gran función en la que serán actores principales los europeos de una manera volitiva y consciente, y los indios habitantes de estas tierras de manera involuntaria e inconsciente.

Los momentos más trascendentales de todos los años que duró este período histórico lo marcaron el discurso y la carta del carismático jefe Seattle, cuya vida fue una lucha constante por la defensa del medio ambiente. Su carta (1855) es uno de los escritos más famosos del mundo en el aspecto ecológico. Todos aquellos que se definen “defensores del medio ambiente” veneran la memoria del jefe que dedicó su vida a combatir la acción depredadora del hombre blanco, que destruyó a la naturaleza y todo aquello que a ella estaba vinculado. La carta fue distribuida por Naciones Unidas a todo el mundo y es gran símbolo del movimiento ecologista.

Ingleses, americanos y franceses

1.    Ingleses

Atraídos por las riquezas peleteras que llegaban desde aquella zona, los ingleses se lanzan al mar como la gran potencia que eran, dispuestos a enfrentarse a nuevos retos, pero a seguir su política de confrontación con el resto de las naciones poderosas. James Cook zarpó en 1976 con las fragatas La Resolución y El Descubrimiento, pero el primer contacto realmente importante con los indios ocurrió en 1978 durante su tercer viaje de exploración. Relata en su diario de a bordo cómo los indios que llegaron en una canoa le saludaron quitándose una gorra de estilo europeo. Supieron entonces que los rusos les habían precedido en el comercio y contacto con estos indios, quienes, en Onalaska, les entregaron una carta escrita en ruso que no pudieron entender.

Cuando la expedición llegó a China tras la trágica muerte de Cook en las Islas Hawaianas descubrieron que las pieles que habían obtenido de los indios eran altamente estimadas por los chinos, que pagaban precios fabulosos por ellas. Cuando estas noticias llegaron a Inglaterra, numerosos barcos se pusieron en camino hacia las tierras de tan grandes tesoros. Se fundaron compañías específicas para este comercio y la East India Company asignó bajeles para acudir a aquellas costas que habían despertado la codicia de comerciantes y marineros que se enrolaban en busca de las riquezas peleteras.
En 1785 y 1786 el capitán Hanna estuvo en Nutka, comerció con los indios, obtuvo las preciadas pieles y estimuló a otros compatriotas, como el capitán Peters (1786), que hizo también sus incursiones comerciales con los indios de la Costa Noroeste.

George Vancouver salió en 1791 de Inglaterra con un objetivo político-estratégico bien definido: debía llegar a las costas noroeste e informar de las actividades políticas y económico-comerciales de las otras naciones, además de hacer estudios cartográficos de la zona. En Nutka coincidió con los marinos españoles Alcalá Galiano, Cayetano Valdés, y Bodega y Cuadra. Ingleses y españoles colaboraron en la realización de estudios científicos, pero no fueron tan satisfactorias las negociaciones para una serie de preacuerdos políticos y estratégicos. Los intereses ingleses y españoles estaban enfrentados y acordaron delimitar fronteras en la zona para no estorbarse. El estrecho de Fuca parecía un buen lugar de línea divisoria. Todo lo situado al sur de la línea marcada debía pertenecer a España y lo situado al norte a Inglaterra. Sin embargo, por una serie de circunstancias, a Bodega y Cuadra le llegaron informaciones que hicieron variar los prepactos establecidos, por lo que nunca se llegaron a efectuar los tratos. Este episodio angloespañol se llevó a cabo con gran tacto diplomático, sin ningún altercado bélico y, una vez más, los nativos participaron en las expediciones de ambos guiándoles, ocupándose de la intendencia, el suministro y las localizaciones geográficos, sin llegar a entender el alto alcance político-diplomático al que estaban prestando su colaboración fundamental.

El sistema de relaciones y comunicación que tenían los ingleses con los indios era muy diferente a la concepción española. No les preocupaba la evangelización ni establecieron un régimen especial para los indígenas, a los que sometieron mediante el sistema de alianza: en lugar de proporcionarles abalorios, les daban instrumentos de guerra europeos.

2.    Americanos

La nueva nación americana observaba el tráfico constante de europeos en una zona que había pasado desapercibida hasta el momento porque los intereses de las grandes naciones se habían centrado en otras riquezas. Ellos eran los más próximos y tenían ventaja sobre los europeos pero los asuntos geoestratégicos y comerciales no eran la prioridad de los americanos en aquellos momentos. El asunto de las pieles sí que suscitó su atención. En 1787 salían del puerto de Boston los dos primeros barcos norteamericanos hacia la costa NO. El Washington “y El “Columbia” llegaron a Nutka en 1788 y, aunque su objetivo principal era el peletero, les interesaba también los aspectos político  científico de contacto con las otras naciones.

Los hombres de Boston” aprendieron pronto que, al igual que los comerciantes europeos, el transporte de las preciadas pieles obtenidas hacia China reportaba pingües beneficios. Desde Oriente los barcos regresaban cargados de sedas, especias, té y otras riquezas que disfrutaba la alta sociedad americana y cuyos refinados objetos de marfil, jade y piedras preciosas aún pueden verse en alguna casa de Nueva Inglaterra.

3 Franceses

Las expediciones francesas no tuvieron tanta relevancia como las de sus vecinos ingleses o españoles, pero marcaron su presencia en la zona.

La Perouse se lanzó a la costa del Pacifico Americano básicamente en persecución de la riqueza peletera. En 1787 alcanzó los 58º 37´ y ancló en un puerto al que bautizó “Puerto de los Franceses”. Allí estableció su base comercial desplazándose por una ancha franja con la inestimable ayuda de los indígenas de la zona sobre todo de los chinook  que si ya antes de la llegada de los europeos gozaban de una posición privilegiada, ahora habían incrementado su posición. Eran magníficos comerciantes, aprendían pronto lo más básico de cada lengua y podían servir de intermediarios con otras tribus. Los comerciantes franceses (al igual que los de otras naciones) aprendieron también algo de la lengua Chinook porque, para ser prácticos con este idioma podían comerciar con casi todas las tribus, de manera que el Chinook se convirtió en la “lingua Franca”.

Francia e Inglaterra seguía en la costa NO los mismos patrones que en la vieja Europa: quien dominara a los indios de estos territorios impondría su lengua, sus costumbres y sus respectivas estructuras sociales. La América Inglesa supondría una sociedad basada en instituciones políticas libres y de comercio más liberal. La América francesa aplicaría una copia del sistema absolutista y centralista vigente en la vieja Europa


Españoles

Asentadas las bases de los primeros tiempos de la Conquista de América, los españoles se lanzan, durante los siglos XVI y XVII a la descubierta de nuevos territorios; los afanes expansionistas se extienden como un reguero de pólvora y, por fin, llegan al Pacífico.

Hay que señalar que estas expediciones españolas en el siglo XVIII tienen ya unos cometidos menos ocupacionales y de conquista, y más de tipo exploratorio, científico, comercial e incluso en plan de tanteo diplomático, sabiendo que otras naciones europeas discurren por estas costas norteñas... Los impulsores y figuras motores de todas estas expediciones son: Carlos III en el trono de España; el Marqués de Grimaldi a la cabeza del gobierno español; D. Julián de Arriaga, ministro de Marina e Indias; Bucarelli, virrey de Nueva España,( en México) , y el conde Lacy, ministro español en la Corte de San Petersburgo ( en Rusia).

Entre las expediciones notables del siglo XVIII, que no solo fueron de estudio sino también de contacto con los indígenas de la costa, destacan: la de Juan Pérez (1774-1779) que, siguiendo las órdenes del virrey Bucarelli, observa en su diario de a  bordo todas las incidencias, descubrimientos y, de forma especial, el contacto con los indígenas, que debía ser amistoso y de colaboración.

 En Julio llega a la isla de la Reina Carlota y también a Vancouver. En ambos lugares tuvo la oportunidad de contactar con los indios de la zona a quienes describe detalladamente en su diario, haciendo notar el valor que daban a los objetos de cobre que utilizaban incluso en sus vestimentas. Obtuvo de su amistad con los indígenas su colaboración para la caza de animales obteniendo valiosas pieles de nutrias, lobos, focas etc. a cambio de fruslerías.

Bruno de Hezeta  y Bodega y Quadra, en su expedición de1775, también  tuvieron ocasión de contactar con los indios de la isla Trinidad (del grupo KodiaK), y la descripción que hacen de su modo de vida y costumbres es precisa y detallada. Convivieron con ellos y visitaron sus chozas cuadradas, de madera, con puerta circular. Y supieron que los rusos les habían precedido en todos los lugares de la costa. El contacto con los indios fue en general positivo.

Arteaga y Bodega hicieron otra expedición en 1779 debido al éxito de la primera. Convivieron esta vez con los indígenas del archipiélago de Príncipe de Gales, estudiaron sus costumbres y lo reflejaron en sus informes. En todos ellos se hacía constar que los rusos ya estaban asentados en aquellas latitudes lo que preocupaba sobremanera a las autoridades españolas, al igual que el incremento del comercio peletero por parte de ingleses y franceses que cada vez acudían más a aquella zona.

Una nueva expedición española sale hacia las costas del Pacífico Norte en el año 1778, mandada por José Martínez al mando de la fragata Princesa, y por López de Haro al mando del paquebote San Carlos. El temor que tenían los mandos españoles se confirma: ya están los rusos no solo merodean y comercian sino que tienen ya establecimientos peleteros en Onalaska, Príncipe Guillermo, etc. Los indígenas estaban perfectamente acoplados a los rusos con quienes cooperaban para la obtención y comercio de las pieles.

Después de ésta expedición, Martínez emprende otra con Eliza, Fidalgo y Quimper (1789-1790).

Alarmados los españoles por la preponderancia de los rusos en el Pacífico Norte, Martínez informa que sería muy oportuno tomar Nutka antes de que otros europeos se adelantasen y dejasen a los españoles sin espacio. Llegado a Nutka, se encuentra con una fragata norteamericana y un paquebote portugués. Más tarde, la llegada de un paquebote inglés al mando del capitán Colmet, y la actitud poco amigable de éste decidió a Martínez a apresarle. Este incidente tuvo importantes consecuencias diplomáticas entre los dos países, amenazando incluso con la guerra. Finalmente pudo solucionarse por medios diplomáticos. Martínez construyó un almacén y una batería protectora. El jefe indígena Macuina fue muy amistoso con los españoles que le colmaron de regalos corriéndose la voz de que los españoles eran amigos en todo el área de influencia de Macuina. Esta disposición favoreció expediciones posteriores como la de Malaspina y Bustamante que salieron de Acapulco con las corbetas “Descubierta” y “Atrevida”.(1791).

Otros viajeros españoles que en sus expediciones científicas tomaron contacto con los indios fueron: Jacinto Caamaño (1792), que estuvo en el Archipiélago de las Once Mil Vírgenes. Los naturales de aquellas tierras le proporcionaron un ventajoso comercio de pieles; Alcalá Galiano y Cayetano Valdés (1792), que fueron enviados a reconocer el Estrecho de Fuca y allí tomaron contacto con los indios, que se mostraron amistosos y curiosos por la gran cantidad de objetos científicos que los expedicionarios llevaban consigo. El Jefe Tetaku, que era uno de los más importantes de la zona, se subió a bordo acompañado de su mujer mostrando así su amistad al subir a un barco cuyo manejo y seguridad le eran desconocidos. Tetaku, como tantos otros, simplificó mucho la tarea de los españoles, pues aparte de ayudarles en el comercio e intercambio de pieles y objetos valiosos, allanó el camino hacia otros pueblos más belicosos permitiendo que las investigaciones científicas en los campos de flora, fauna, cartografía, etc. Se realizasen en armonía y clima grato.

Los indios se adaptaron con facilidad y docilidad a las costumbres de los españoles. Tenían que aprender deprisa, pues solo disponían de unos cuantos años para ponerse al corriente de técnicas y trabajos que a los europeos les había costado miles de años adquirir.

Los rusos

Fueron los primeros europeos que se dieron cuenta de la gran importancia locacional de esta área y se fueron colocando estratégicamente con sus cazadores de pieles a lo largo de la costa de Alaska en un principio, luego hacia el Canadá y cada vez más hacia el sur estableciendo factorías y ocupando zonas que amenazaban cada vez más las posesiones españolas.

La historia del comercio y descubrimientos de Rusia señala la situación de los rusos en el continente americano y los establecimientos comerciales en distintos puntos de la costa y del interior. Aunque los motivos de los rusos para su expansión hacia el sur tienen mucho que ver con motivaciones de tipo económico, comercial, exploratorio, político y científico, lo cierto es que el contacto y la convivencia con los indios pobladores de aquellas costas fue cuestión primordial, y dedicaron mucho tiempo a cultivar su amistad y colaboración (aunque en pocos tratados se reflejan esos contactos y se les da poca importancia). Sin la ayuda de los indígenas les hubiese sido muy difícil establecer sus factorías y comercios. El territorio siberiano les proporcionaba una situación estratégica. Ya en 1699 el cosaco Vlodomir Atlaloff cruzó el río Kamchatka y regresó a Jekutak en 1700 con una gran cantidad de raras y valiosas pieles. Vitus Bering (1725-1730) en su primera expedición desde Kamchatka a Ojotsk toma contacto con los nativos de aquella zona, convive con ellos y les recoge tributos en forma de pieles.

La segunda expedición de Bering con Chirikov (1733-1742) salió de San Petersburgo hacia las costas de América. La expedición fue un éxito. El avance ruso continuaba y los cazadores rusos se iban instalando y familiarizando con los habitantes de la cadena de islas que van desde Bering hasta Alaska. Después de Bering otros viajeros rusos continuaron las expediciones. Krenistin y Levashev (1765-1769) partieron de las bocas del Kamtchaska hacia América y convivieron con los indígenas de las Fox Island, que les proporcionaban pingües beneficios. En 1764 tuvo lugar la expedición de Stchacan y Pardwafen, y en 1769-1771la de Chiricov, que regresó con toda su tripulación. Este fue el último viaje patrocinado por el Estado. A partir de ese momento fue la Compañía de Comercio quien patrocinó los viajes a América.

De todos los contactos que los indios de la Costa NO tuvieron con los europeos, los rusos fueron sin duda los que más influyeron en su forma de vida y costumbres.

Al principio, las ciudades rusas más próximas al estrecho de Bering eran las que más se beneficiaban de las pieles obtenidas. Pero, según la corte crecía y el país iba prosperando, comerciantes de otras ciudades más lejanas se incorporaron a las expediciones para lograr el ansiado botín peletero. Las mujeres rusas lucían en su país y en lujosas fiestas de otros países abrigos, chaquetones y chales de belleza espectacular, y eran envidiadas por su elegancia. La demanda se disparó en los años siguientes y no había comerciante bien situado o empresario bien relacionado que no estuviera vinculado de algún modo al negocio peletero. La cadena era sencilla y a la vez de una gran complejidad: se demandaban pieles para la Corte (el zar Pedro el Grande y sobre todo la zarina Catalina emitían al exterior la idea de un país moderno e interesado por la ciencia, la tecnología, las artes, la música y el progreso); había que surtir los almacenes y tiendas para la gran demanda; se efectuaban con urgencia los encargos, lo que conducía a que los empresarios peleteros fletaran sus bancos propios o alquilados. Las expediciones a la rica zona del noroeste americano crecían y cada vez se necesitaba más la ayuda de los indígenas, que de esta forma tan simple y tan complicada a la vez se veían inmersos y eran pieza clave de un proceso económico-comercial que ni conocían ni hubieran comprendido.

Aun cuando la convivencia de indígenas y rusos solía ser pacífica, de vez en cuando se desataba algún altercado y los menos favorecidos por estas disputas eran los indios.

En Onalaska, por ejemplo, había 16 pueblos, cuya población fue tremendamente mermada después de la llegada de los rusos, en parte debido a estas pequeñas escaramuzas y en parte debido a las temibles epidemias.
Los indios sufrieron sobre todo el enorme cambio a un nuevo mundo. La concepción de vida tan diferente les agotaba, pues ellos estaban acostumbrados a obtener solo lo que necesitaban, pero con la llegada de los rusos, si querían obtener lo que ellos tenían, debían pasar mucho tiempo cazando para lograr pieles para los rusos y así adquirir los regalos que los rusos les hacían. De esta manera descuidaban sus provisiones de raíces y pescados y muchos niños morían de hambre. Hubo familias que a la llegada de los rusos cogían sus canoas y marchaban a otras islas, pero los rusos también llegaban allí y no se podía huir. Había que acostumbrarse a un nuevo modo de vida y así lo hicieron.

Reflexiones finales

Es muy difícil comprender el tremendo choque que los contactos de los indios de la Costa NO con los europeos supuso para los indígenas. Acostumbrados a vivir en perfecta armonía con la naturaleza, de la que obtenían sus materias primas y base de sustento diario. Es cierto que los blancos que llegaban a aquellas latitudes también habían sufrido en sus vidas cambios muy grandes cuando dejaron su modo de vida en el Viejo Continente para lanzarse a la aventura de un mundo hostil; pero ellos fueron por su propia voluntad y, aunque dejaron muchos recuerdos, también llevaron consigo muchas pertenencias y sobre todo su modo de vivir y su filosofía de la vida. Los indios quizá retuvieron algunas de sus pertenencias, pero desde luego tuvieron que olvidar su modo de vida y fue casi de forma repentina, teniendo que adecuarse a la concepción del universo de los blancos y desligándose poco a poco de la dependencia casi absoluta del medio ambiente que les rodeaba. Incluso sus espíritus les abandonaron.

Los europeos coincidían en el intento de captación y utilizaban diversos sistemas, pero todos ellos dificultaban la adaptación, pues colocaban a los indios en posesión muy ambigua y mal definida al tratarles a veces como a un niño al que había que convencer mediante regalos y a veces como a un adulto enemigo al que había que combatir por la fuerza. Los indios de la costa NO tuvieron más remedio que aceptar la presencia de los europeos con una mezcla de curiosidad, fascinación, temor y recelo. La diversidad lingüística de los distintos grupos hizo más fácil la aceptación de las nuevas lenguas que traían los europeos, quienes comprendieron inmediatamente que esta diversidad lingüística les favorecía. Los primeros que se dieron cuenta fueron los rusos, que detectaron que la lengua podía servirles como vehículo para introducir una potente influencia cultural y una imposición de sus valores. También los ingleses, franceses y españoles intentaron introducir su idioma para favorecer sus intereses.
La faceta de los regalos a los indios consta como muy importante en la historia de las relaciones diplomáticas con los indios de Norteamérica. En tan corto espacio de tiempo era vital el ganarse la alianza de los mejores conocedores del terreno, los más hábiles fabricantes de canoas (Imprescindibles muchas veces para moverse por lugares donde no podían entrar los grandes barcos europeos.

Los europeos distribuían, entre otras cosas, licores. Los franceses dirigían la política de regalos a los indios de manera centralizadora, mientras que los ingleses eran más anárquicos: cualquier representante era válido para tratar con los indios. Inglaterra operaba desde la atalaya comercial apoyada por la acción estatal y la opinión pública de su país.

Junto con el ron y el coñac los indios consideraban  rifles, municiones, y pólvora como los artículos mercantiles más codiciados. Un barril de aguardiente proporcionaba al blanco una carreta entera de pieles y cueros que podía vender luego con enormes beneficios. Los comerciantes blancos, habiendo descubierto el filón, lo aprovecharon al máximo.

Los españoles utilizaban los regalos indiscriminadamente. España efectuaba su penetración mediante una acción estatal lenta y segura, prolongada en el tiempo y apoyada por una armada poderosa. Junto con el comercio trataba de introducir la religión católica en la vida del indígena. Para España era importante combinar la acción diplomática y los regalos a los indios para la consecución de varios fines: predominio geopolítico frente a las grandes potencias (principalmente Inglaterra), intereses comerciales y peleteros, intereses religiosos, e intereses científico- exploratorios. Los indios colaboraron con los europeos, perdieron su esencia y concepción del mundo, algunos se adaptaron y otros fueron desapareciendo víctimas de enfermedades y guerras. Los que quedaron fueron absorbidos por la civilización occidental.

Los blancos nunca llegaron a comprender la intensa vida interior que latía dentro de cada indígena cuando dialogaban con sus objetos sagrados, sus divinidades y sus espíritus, todo ello estrechamente vinculado a la naturaleza. Los únicos que comprendieron que se acercaba el fin de su mundo fueron los indígenas, que sufrieron en sus carnes tres variantes principales de la locura desatada por los europeos: 1) cambios en la población; 2) cambios en la flora y fauna; 3) destrucción de la concepción espiritual.

1.    No solo los jóvenes, sino tribus enteras sucumbieron ante los atractivos regalos que los blancos les daban a cambio de pieles. Los perniciosos hábitos adquiridos (consumo de alcohol, dulces, posesión de armas) ejercieron nefastas consecuencias, aparte de enfermedades venéreas, plagas, etc.

2.    Muchas especies de animales de pieles preciosas desaparecieron por la caza indiscriminada, ya que no se respetaba ni ciclos ni períodos de descanso. Tan salvaje fue la acción de los blancos que el propio gobierno ruso propició períodos de descanso (eso salvó a la nutria marina, por ejemplo). Los propios animales, guiados por su instinto, se   protegían de la barbarie aprovechando los pequeños períodos de descanso para la procreación cambiando los lugares donde habitaban o se escondían y replegándose a sitios escarpados y rocosos para dificultar la tarea de los cazadores, quienes al final llegaban también.

En cuanto a la flora y vegetación el impacto no fue tan tremendo porque la explotación del tesoro verde empezó mucho después que el de la fauna. La industria maderera predominó durante el siglo XIX y se extendió hasta el XX, y la tala indiscriminada de valiosos ejemplares constituyó una substanciosa fuente de ingresos.

3.    El continuo goteo de diferentes culturas, el desprecio de éstas por la concepción religiosa indígena, la penetración posterior de predicadores y hombres de religión confundieron a los indígenas, que no podían comprender por qué no se podían sumar las nuevas deidades a las suyas propias. No les quedaban ya ni dioses ni espíritus. Su desolación fue total y su mundo se vino abajo. Ellos estaban acostumbrados a sufrir los ataques de animales salvajes, a combatir los envites de las fuerzas de la naturaleza e incluso a padecer la ira de sus dioses, pero nunca pudieron imaginar que el fin de su mundo se debería a la acción depredadora de otros seres humanos.

En el complejo entramado de las reacciones de los seres humanos (indios y blancos) que escribieron con sangre esta página de la historia del noroeste americano destaca el empeño del indígena por conservar el bien más preciado: su entorno natural, la tierra y el medio ambiente. De la preservación de los bienes ecológicos dependerá la supervivencia de generaciones venideras.
Las palabras proféticas del Jefe Seattle resuenan en los bosques del Puje Round: “Somos parte de la tierra…todos pertenecemos a la misma familia”. Y sus descendientes, los indios de la zona, rezan: “Gran Espíritu, perdona a los blancos por no amar a su madre Tierra pero sálvala para nuestros hijos”