La reforma constitucional y el crecimiento económico han
convertido a Marruecos en un país en marcha que ha conseguido, de momento,
evitar una “primavera árabe”.
Agustín Alberti Álvarez
FIJET España
Marruecos, desde que comencé a
vivirlo por motivos de trabajo, fue como un imán. Mi subconsciente estaba
preparado para ello por motivos estrictamente familiares. Mi abuelo materno,
Venancio Álvarez Cabrera, coronel del Regimiento de Melilla, había muerto en
1909 en el Barranco del Lobo al frente de unos bisoños soldados procedentes de Cataluña, con los que tenía que limpiar los altos
del Gurugú de hostiles rifeños. Mi abuelo opinaba que aquella guerra era
injusta pero como excelente militar que era intentó cumplir estrictamente la
orden del general Marina y murió, tal como le predijo a mi abuela, en el
intento.