Agustín Alberti Álvarez
Periodista - Fijet España
Buda-Danubio-Pest; uno de los entornos mas bellos de Europa. La capital de Hungría giró hacia lo que fue el Muro de Berlín para recordar los días siniestros. Hoy luce todo su esplendor de metrópoli de leyenda.
Yo asentí con la cabeza, con fingida expresión de asombro para no decepcionarla, y al cabo de unos años, recién reincorporados a la civilización ciertos países del este de Europa, decidí darme un paseo por Budapest, entre otras cosas para ver el famoso rio con mis propios ojos.
Efectivamente, como ya me sospechaba, el Danubio no era azul pero había que reconocer que, pese a la impresión de ciudad que experimentó tiempos mejores, el Danubio, cargado de sedimentos de la historia de Europa, unía las colinas de Buda y la llanura de Pest en imperial pareja. La todavía algo sombría ciudad, en aquel año recuperada para la libertad, indicaba ya un cúmulo de posibilidades de gozo viajero.
Pasados los años he vuelto en dos ocasiones a Budapest, una por obligación y otra por devoción. Entre ambos viajes Hechos de Hoypublicó algún comentario mío sobre algunos aspectos de la vida política húngara y de la poca simpatía con la que se veía en algunos medios de Bruselas ciertas medidas del gobierno de Viktor Orban consideradas como restrictivas de las libertades democráticas de los magyares.
Los propios húngaros no debían estar tan convencidos como los de Bruselas, ya que recientemente reeligieron al partido Fidesz y a Orban, de nuevo, para seguir al frente del país. Hoy, no sin críticas por la decisión, el exministro de Justicia y de Asuntos Exteriores del anterior gobierno de Orban -Tibor Navracsics- ostenta el cargo de Comisario de Educación Cultura y Juventud en la Comisión Europea.
Como la casi totalidad de los países de laUnión Europea, Hungría ha sido duramente golpeada por la crisis, pero las diferencias entre aquellos años de la caída del Muro de Berlín y la vitalidad actual se palpan en la calle. No en vano su producción industrial ha crecido un 28% en los catorce últimos años.
El turismo está jugando un papel notable en el crecimiento húngaro. Cultura e historia forman en Hungría un eficaz binomio para atracción del turista. El viajero normal, en una ciudad como Budapest comparable en belleza con París, puede permitirse lujos que en la ciudad del Sena le resultarían prohibitivos.
El rio Danubio vertebra las dos zonas de la ciudad, con dos estilos arquitectónicos diferentes. Aunque Buda tuvo que ser en gran parte reconstruida a consecuencia de los destrozos ocasionados durante la segunda guerra mundial su carácter permanece intacto. Sus pequeños restaurantes, plenos de autenticidad, no han adquirido ese aire algo artificial de establecimiento tradicional que afecta a bastantes establecimientos de la “rive gauche” parisina.
En estos días que se recuerda en Berlín y en casi todo el mundo la destrucción pacífica de uno de los símbolos más siniestros de la reciente historia de Europa, algunos monumentos de Budapest recuerdan al visitante que allí se sufrió una de las represiones políticas más incivilizadas de las producidas por la Unión Soviética sobre los países de su entorno satelital.
La vitalidad, a pesar de las dificultades actuales, ha tomado de nuevo las calles de una ciudad que no ha perdido su aroma de capital imperial. El Parlamento húngaro, imponente y bella fábrica al borde del Danubio, recuerda al visitante turista o de negocios la permanencia de una nación que sobrevive por encima de desgracias históricas o críticas internacionales mejor o peor fundamentadas.
Los propios húngaros no debían estar tan convencidos como los de Bruselas, ya que recientemente reeligieron al partido Fidesz y a Orban, de nuevo, para seguir al frente del país. Hoy, no sin críticas por la decisión, el exministro de Justicia y de Asuntos Exteriores del anterior gobierno de Orban -Tibor Navracsics- ostenta el cargo de Comisario de Educación Cultura y Juventud en la Comisión Europea.
Como la casi totalidad de los países de laUnión Europea, Hungría ha sido duramente golpeada por la crisis, pero las diferencias entre aquellos años de la caída del Muro de Berlín y la vitalidad actual se palpan en la calle. No en vano su producción industrial ha crecido un 28% en los catorce últimos años.
El turismo está jugando un papel notable en el crecimiento húngaro. Cultura e historia forman en Hungría un eficaz binomio para atracción del turista. El viajero normal, en una ciudad como Budapest comparable en belleza con París, puede permitirse lujos que en la ciudad del Sena le resultarían prohibitivos.
El rio Danubio vertebra las dos zonas de la ciudad, con dos estilos arquitectónicos diferentes. Aunque Buda tuvo que ser en gran parte reconstruida a consecuencia de los destrozos ocasionados durante la segunda guerra mundial su carácter permanece intacto. Sus pequeños restaurantes, plenos de autenticidad, no han adquirido ese aire algo artificial de establecimiento tradicional que afecta a bastantes establecimientos de la “rive gauche” parisina.
En estos días que se recuerda en Berlín y en casi todo el mundo la destrucción pacífica de uno de los símbolos más siniestros de la reciente historia de Europa, algunos monumentos de Budapest recuerdan al visitante que allí se sufrió una de las represiones políticas más incivilizadas de las producidas por la Unión Soviética sobre los países de su entorno satelital.
La vitalidad, a pesar de las dificultades actuales, ha tomado de nuevo las calles de una ciudad que no ha perdido su aroma de capital imperial. El Parlamento húngaro, imponente y bella fábrica al borde del Danubio, recuerda al visitante turista o de negocios la permanencia de una nación que sobrevive por encima de desgracias históricas o críticas internacionales mejor o peor fundamentadas.